miércoles, 23 de septiembre de 2009

La Vecina de la Puerta Trasera

Varias veces la había visto pasar y nos saludábamos de manera genérica, una sonrisa, un “buenas tardes” y ya…

Un buen día (sí, fue un día bueno) esta vecinita mía tuvo problemas con la puerta del patio trasero del edificio y se quedó encerrada. Al verme pasar, me gritó pidiendo mi ayuda.

Por supuesto le abrí la puerta y le pregunté qué hacía allí sin la llave de la puerta y me explicó que se había quedado sin luz (sin energía eléctrica, pues) y que bajó a revisar los fusibles, pero que ni había encontrado su caja de fusibles y sí se le había cerrado la puerta del patio, quedándose ahí encerrada.

Localicé y revisé los fusibles y efectivamente, uno de ellos estaba chamuscado, por lo que le dije que era necesario reemplazarlo y además revisar si no tenía un corto-circuito en su departamento.

Cambié el “listón” del fusible y subimos a revisar si no tenía algún problema evidente en su departamento.

El problema fue muy simple, la extensión donde conectaba su plancha estaba achicharrada, por lo que le dije que la cambiara y todo funcionaría normal.

Algunos días más tarde, la volví a encontrar en un pasillo, nos saludamos con más confianza, le pregunté por su plancha y su extensión y ella me preguntó si no sabía de televisiones, ya que tenía una nueva VCR y no sabía como conectarla a su televisor, así que hicimos una cita para dentro de dos noches.

Conectar la videograbadora no fue tan rápido, ya que su mirada y su ropa deportiva pegadita me tenían muy nervioso.

Yo trataba de explicarle como grabar, como programar el timer, como reproducir, etc., pero ella parecía no ponerme atención y solo se me pegaba mucho. Ella estaba sentada a mi lado y mano estaba apoyada en mi hombro, por lo que cuando se acercaba a ver el display de la grabadora para leer, su seno se pegaba a mi brazo, poniéndome más nervioso todavía.

En una de esas, volteé a verla a los ojos, no le dije nada, solo la miré a los ojos. Ella no apartó la mirada y tomó mi mano libre, me la puso en el otro seno y me dio un beso rápido en los labios, continuó mirándome a los ojos y entonces yo la besé de a de veras.

Estuvimos así retozando un poquito y ella se levantó y me llevó de la mano a su recámara.

No me sorprendió nada que debajo de su ropa deportiva, no hubiera nada más, la canija había preparado el plan.

Era una mujer de unos treinta y pocos años, senos medianos y unas nalgas paraditas y firmes. Su piel era suave y tibia, sus besos eran desesperados, tenía un conejito con vello abundante, muy húmedo y caliente.

No hubo mucho escarceo previo, sin palabras ni preámbulos ya estábamos cogiendo en posición de “Misionero”. Ella levantaba mucho las piernas y en una de esas, tomó una mano mía, me chupó y ensalivó el dedo medio y me dijo “métemelo en el culito”.

La Leona y yo habíamos intentado el sexo anal hacía algún tiempo, pero los resultados no fueron satisfactorios para ella y lo descartamos por algunos años, por lo que tenía yo cierta desconfianza a esta práctica, aunque también ganas de experimentar.

Al sentir mi dedito pegó un gemido y se movió con mayor ímpetu hasta que me pidió que metiera un segundo dedito.

Así estuvimos hasta que ella interrumpió para ir a traer del baño una botellita de aceite para bebé, me lo entregó, se puso en posición 42 y me pidió que la penetrara y que lubricara su culito mientras tanto (¿? ¿No conoces la posición 42? Ts, ts, ts…: “Ella en 4 y yo en 2”).

Seguí sus instrucciones y el aceite hizo maravillas, mis dedos entraban y salían con gran facilidad, así que decidí que era hora de intentarlo.

Ella me sujetaba el pene para guiarlo a esta extraña entrada, además de que así controlaba la penetración. La cosa fue complicada, lenta, morbosa y muy rica. El avance era poco a poco, me detenía, esperaba algunos instantes y volvía a avanzar otro poquito, siempre agregando un poquito más de aceite.

Por fin estuvo todo adentro y ella pegó su cara a la cama y con una mano me indicaba en el muslo el ritmo y con la otra frotaba su clítoris.

Cuando el ritmo subió y sus jadeos subieron de intensidad, ella se tendió en la cama, levantando sus nalguitas y puso ambas manos entre las piernas, esa posición era muy rica, ya que me permitía besar sus hombros, su cuello y de vez en cuando volteaba para darme besos llenos de calor y lujuria.

Sus nalguitas subían y bajaban como locas, hasta que su cuerpo se tensó como cuerda de violín, sus nalgas se apretaron fuertemente contra mí y emitió un grito largo y ahogado, como un estertor de muerte. Yo no pude aguantarle más y la alcancé en el éxtasis…

Quedamos tumbados en la cama en posición de “cucharita” (esa sí te la sabes, ¿no?) sin hablar… hasta que ella me dijo con acento pausado: “A mi esposo no le gustan estas cosas… dice que son perversiones… que eso solo lo hacen las putas… tampoco le gusta el sexo oral… ya estoy hasta la madre”.

Repetimos el encuentro tres veces más, donde nos dimos vuelo con todas las variantes de sexo oral que se nos ocurrieron.




Poco tiempo después ellos se mudaron y ya no supe nada de ella, sin embargo sus enseñanzas me permiten darte los siguientes consejos para el sexo anal:

- Hazlo siempre con mucho cuidado, despacio y con exceso de lubricación.
- Tómate todo el tiempo necesario para relajar el esfínter de tu pareja, TODAS pueden hacerlo si están bien relajadas y lubricadas.
- Si ella nunca lo ha hecho, no se lo propongas directamente, insinúalo con toquecitos, besitos y lengüetazos, ella terminará por proponértelo, ella también siente mucha curiosidad.
- Si lo haces bien, ella quedará encantada y no querrá coger con nadie más… en esta semana.

lunes, 7 de septiembre de 2009

"Su Primera Experiencia" o "Ni Madres, yo no soy Lesbiana"

Dicen que la primera vez, nunca se olvida… es por eso que creo que Carmen nunca olvidará esta historia.

Carmen era una chica de 22 – 24 años, con aspiraciones profesionales. Pidió ayuda a Karina, una verdadera profesional, quien se dedicaba a esto más por gusto que por dinero (aunque no ganaba nada mal), además de que tenía sus preferencias sexuales muy definidas: Totalmente Bisexual.

Karina la llevó a hacerse su estudio fotográfico y después, planeando su perfil, le sugirió que se tomaran algunas fotos juntas para ofrecer el servicio en pareja. Bueno, en realidad el plan de Karina, después de haberla visto desnudita en el estudio, era llevársela a la cama.

Así que mi buena amiga Karina me contó el plan y pidió mi ayuda, ya que Carmen había confesado que nunca en su vida se atrevería a besar a otra mujer, mucho menos a tener relaciones con ella, después de todo, ella NO era lesbiana.

Preparamos todo y llegamos a famoso recinto de Av. Revolución, ahí merito, junto al templo “Pare de Sufrir”.

Lo primero fue vestirse para la ocasión, Karina le había pedido a Carmen que llevara algunos cambios coquetos de lencería y que no olvidara minifaldas coquetas y cortitas.

Lo primero que hizo Karina al entrar a la habitación fue encuerarse completamente y esparció su ropita en la cama para seleccionarla, mientras que Carmen, muy pudorosamente se metió al baño, cerró la puerta y salió con una faldita verde muy coqueta, una blusa blanca y un brassier color rosa, se hizo unas coletas y se veía muuuuuy antojable, cosa que me hizo notar Karina al relamerse los labios cuando Carmen miraba hacia otro lado.

Comenzamos con las tomas, juntas, medio abrazaditas, tomadas de la mano, en fin, todo medio light y sin descubrir aún nuestras oscuras intenciones.

Entonces, cuando estaban sentaditas en la cama, les pedí que se dieran un beso, Carmen se rehusó de inmediato y se alejó de Karina como si tuviera influenza AH1N1, diciendo “¡NO! ¿Cómo crees? Yo nunca he besado a otra mujer, ¡yo no soy lesbiana!”, Le explicamos que era importante para las fotos, que lograrían mejores resultados si parecía real, que era meramente actuado y que era muy necesario.

A regañadientes, accedió a darle un beso “de piquito”, cerró sus ojitos y rápidamente tocó los labios de Karina con los suyos.

Le dijimos que estaba muy bien, pero que necesitábamos que estuvieran más tiempo besándose para hacer una toma adecuada. Lo volvió a intentar, esta vez el besito duró más tiempo e hicimos un par de tomas. Le pregunté si había estado horrible y ella admitió que no había estado tan feo, por lo que le pedí que lo repitieran, pero que esta vez fuera un poco más sensual.

Esta vez Karina atacó más a fondo, mientras la besaba, acariciaba su pelo y su cuello, con lo que Carmen comenzó a entrar en el juego y abrió sus labios para permitir la entrada de la juguetona lengüita de Karina, que prolongó la caricia el tiempo que quiso, tanto que al separarse, Carmen mostró que quería continuar la caricia, lo cual nos indicó que íbamos en el camino correcto.

Yo las felicité, pero les pedí que lo repitieran, pero que le dieran un poco más de libertad a las manitas, que se abrazaran más convincentemente,

Karina fue sobre su presa, la beso apasionadamente, mientras Carmen ya acariciaba tímidamente los brazos de su acompañante. Karina arriesgó una mano en el seno de Carmen y esta le retiro la mano suavemente, pero continuó con el prolongado beso. Ese movimiento se repitió dos veces más, hasta que Karina se separó ligeramente de Carmen, le tomó la mano y la puso sobre su pecho, Carmen hizo un gesto de desaprobación, pero no quitó la mano del pecho de Karina, esta le dijo, “¿ves? No pasa nada… acarícialo, no pasa nada”. Carmen lo acarició con curiosidad y esta vez no puso ninguna resistencia cuando Karina hizo lo propio, ambas acariciaban sus senos por encima de la blusa y entonces Karina se quitó el top, tomó ambas manos de Carmen y las colocó sobre sus pequeños y erectos pezones, Carmen estaba maravillada tocándole los pechos a Karina, no podía quitar las manos de ahí y se reía nerviosamente. Entonces Karina aprovechó el descontrol y le desabrochó el sostén a Carmen para que sus oscuros pezones quedaran expuestos.

Carmen ya no opuso gran resistencia a las caricias en sus pechos y cuando la boquita de Karina se posó en uno de sus pezones, emitió un gemido ahogado, muestra de que su temperatura estaba subiendo vertiginosamente.

Karina la volvió a besar, la tumbó sobre la cama y continuó besándola en los labios, en los pechos, en el cuello, en los hombros, al tiempo que su manita recorría las piernas de Carmen que permanecían muy juntas defendiendo el último bastión.

Pero poco a poco sus piernas se fueron separando, lentamente, casi imperceptiblemente ante las pacientes y seductoras manos de Karina. Cuando llegó a su entrepierna, Carmen pegó un salto y trató de incorporarse como despertando de un sueño, “No, ya no, a eso yo no le hago, yo no soy lesbiana”.

Karina se detuvo y la tranquilizó: “No, linda, yo tampoco soy lesbiana, pero ¿a poco no se siente rico?”. “No pasa nada, solo estamos divirtiéndonos”.

La volvió a abrazar y a besar, Carmen continuó acariciando los desnudos pechos de Karina y cuando las manitas de esta volvieron a invadir la parte frontal de su tanguita, ya no opuso resistencia y se dejó llevar por la traviesa chiquilla.

Pero cuando intentó quitarle el calzoncito, la detuvo y le dijo: “No, ¿cómo crees?, ya así estamos bien, ya no me quites nada... además, tú nomás te has quitado el top”. Esa respuesta era clarísima, ya estaba en el juego, por lo que Karina rápidamente se incorporó y de un movimiento se quitó la faldita y el calzoncito, a pocos centímetros del rostro de Carmen y le dijo “Ya, yo ya me encueré toda, ahora te toca a ti”.

Carmen dudó unos instantes, apretó fuerte los ojos y se quitó la faldita y la tanguita color rosa, puso sus manitas entre las piernas y puso una carita de “ya estoy lista, a ver si no me duele”.

Karina no atacó al objetivo principal de inmediato, volvió a acostarse junto a ella y la besó muy tiernamente, sus labios recorrían su cara y su cuello, su manita acariciaba tímidamente su vientre y puso una pierna de Carmen entre sus piernas y rozaba su pubis contra su muslo… Carmen se veía totalmente entregada al juego.

Cuando la manita de Karina llegó al vello púbico de Carmen, las piernitas se abrieron automáticamente, ya no había ninguna resistencia. Al notarlo, Karina fue besando sus pechos y descendiendo sistemáticamente por su vientre hasta llegar al monte de Venus de una encendida Carmen que ahora respiraba entrecortadamente y se acariciaba los pechos con ambas manos.

Karina se posó en medio de sus piernas, las abrió y posó su rostro en medio de Carmen, quien emitió un “¡Agghh!” y pegó un leve brinco al sentir la lengua de Karina en su intimidad.

El orgasmo de Carmen fue rapidísimo, comenzó con varios quejidos y un último intento por ahuyentar a esa intrusa, “… ‘pérame, ‘pérame… no…ayyy…no… no, no, NO, ¡NO! ¡Ayyyyyyy!, ¡¡¡cabrona!!! ¡¡¡Aaaaaayyyyyy…ssshhhh…aghhhh….!!!

Su espalda se arqueó hacia arriba, levantando las caderas y llevando la carita de Karina con ellas, quien se aferraba firmemente a sus nalguitas para no dejar escapar la presa herida, fuertes convulsiones hicieron que Karina se separara y Carmen llevó ambas manos a su entrepierna y se acurrucó en posición fetal… su cuerpo aún se estremecía y poco a poco recuperaba la respiración.

Karina no iba a dejarla escapar, la abrazó, le dio un beso muy apasionado y bien correspondido, al separarse le dijo: “¿Ves?, ese es tu sabor… sabes a gloria”.
La tendió de espaldas y continuó besándola, le ofreció uno de sus pechos y Carmen se apoderó de él y lo chupó con ansiedad, Karina fue subiendo sin despegarse mucho y le puso la conchita en el rostro. Carmen comenzó a besarlo tímidamente, pero Karina se le sujetó la cabeza con ambas manos y le dio la orden: “Ahora te toca a ti, ¡cómetela como ya te enseñé!”,

Carmen no necesitaba más, comenzó a literalmente devorarse a Karina que estaba encantada retorciéndose de placer, “No sabes como me encanta obligarlas a que me la chupen”, me dijo con voz baja, sabiendo que Carmen no escucharía por estar tan entusiasmada comiéndose su primera panochita.

Karina rodó y quedó boca arriba con Carmen aún pegada entre sus piernas, entonces comenzó a darle indicaciones más precisas; “Ahora más arriba, ahora con tu dedito, más rápido, chúpale aquí, ahora acá, despacito… ahora fuerte…rápido, así, así… uuufff.. ¿No que no sabías?... así.. chupa, chupa…”

El orgasmo de Karina fue más suavecito, casi medio forzado, pero la sonrisa de Carmen al ver los resultados de su esfuerzo, fue digna de un aplauso de mi parte… creo que hasta entonces, Carmen se percató de que yo no había perdido ningún detalle de su emocionante juego.

Karina se levantó y se fue al baño con alegres brincos, en la puerta me hizo una seña con el pulgar indicándome que todo había salido como esperado.

Carmen comenzó a vestirse, medio avergonzada y medio contenta, al tratar de abrazarla, me esquivó juguetonamente y me dijo: “No mames, ya me hiciste lesbiana, ahora a ver a quién te coges.”



Desafortunadamente en ese momento me percaté de que ya no tenía tiempo para seguir jugando y me despedí de ambas, ya que ellas se quedarían en la habitación. Al besar a Carmen me dijo: “Gracias, lo que hoy me enseñaste fue muy rico. ¡Carajo! De haber sabido que eran tan sabrosas las mujeres, me hubiera cogido a media prepa”.

Al final, Carmen no se anunció y encontró otra actividad. Karina aún se anuncia en la página (no, no diré su nombre de batalla) y se ha hecho experta en introducir a novatas en este fascinante mundo de placeres pagados.

En el club swinger

Hace algunos años, La Leona y yo decidimos llevar de parranda a la viuda de un amigo, básicamente para levantarle el ánimo y para tratar de emparejarla con un amigo (ese sí estaba vivo) de La Leona, recientemente divorciado.

Después de analizar las opciones, decidimos llevarlos a un club swinger, para que de una vez se conocieran a fondo.

Fuimos al club de Pedro, entonces ubicado en Marsella y Versalles. Llegamos muy temprano y nos dieron mesa junto a la pista, para ver si el show animaba a nuestros acompañantes.

El show estuvo bastante bien, primero un niño, luego una niña (ahí me tocó tener que subir a la pista y la canija me bajó los pantalones) y por último, los dos juntos.

Así que cuando el show terminó, Roxana (la viuda) y Javier (el amigo) ya estaban en el tono adecuado para el siguiente paso.

Los mandamos a bailar y a pesar de que el ambiente estaba muy caliente, estos dos no parecían interesados en algo más que precisamente eso, bailar, así que decidimos intervenir para animarlos un poquito.

Los llevamos al piso superior, donde había poca luz, algunas mesas y un sillón en las dos paredes del fondo, donde muchas parejitas ya retozaban alegremente.

Como estos no daban color, La leona se llevó a bailar a Javier a un rincón y yo hice lo mismo con Roxana.

Obviamente, yo trataba de meterla en ambiente, le preguntaba si ya había visto a aquella parejita, que mirara a esos dos, a esos tres, etc, al tiempo que me pegaba cada vez más a ella.

El plan comenzó a funcionar, porque yo veía que Javier ya estaba muy muy pegadito con La Leona y Roxana comenzaba a frotar su pubis contra mí y a hacer algunos comentarios como “ay, hace mucho que no me sentía así, tan … tan … tan emocionada”.

Pero entonces, mientras yo trataba de calentarla aún más, las cosas se empezaron a salir del plan, porque La Leona y Javier se fueron al sillón y empezaron a cachondearse ya descaradamente.

Mientras mis manos ya recorrían sin pudor las curvas de Roxana y mis besos en el cuello la hacían temblar, ella me dijo alarmada: “¿Ya viste? ¡Creo que Javier se va a coger a tu esposa!”. Déjalos, le dije, ya se traían ganas desde hace tiempo.

Ella no podía creerlo, “No chingues, ya se la está cogiendo”, cosa que aproveché para llevarla hacia un pilar donde ella podía observar toda la acción y yo podía cachondearla ya sin ningún recato. Ella estaba hirviendo, por lo que cuando puse mi mano en su entrepierna y comencé a frotar su pubis, se empezó a contonear al mismo ritmo, mientras me abrazaba fuertemente y continuaba observando sin pestañear la escena.

“¿No sientes celos?, ya se montó encima de él y ya se la está metiendo, ¿de verdad no sientes nada?”
- No, déjalos, están disfrutando uno del otro -, le dije, al tiempo que le subía le vestidito y le bajaba los calzoncitos sin que ella opusiera resistencia alguna y seguía absorta contemplando a mi esposa cogerse a su amigo.

Al tocar su conchita húmeda y palpitante con mi mano, ella perdió las pocas inhibiciones que aún la detenían y sacó rápidamente mi pene de mi pantalón, levantó una pierna y lo introdujo casi con desesperación en el centro de su ardiente vagina.

El encuentro fue muy rápido, frenético, ella se movía con desesperación y gemía quedito, aún tratando de ser discreta en aquella habitación que ya era una variada colección de sexo en parejas, en tríos y en grupitos.

De pronto, se apretó mucho a mi cuerpo, se estremeció y al tiempo que gritaba mi nombre, su cuerpo se convulsionó y así, paradita contra un pilar, tuvo un orgasmo mucho tiempo contenido… su cuerpo se relajó y me abrazó llorando… “Tenía año y medio que no tenía relaciones… no puedo olvidarlo… aún lo quiero mucho”.

Medio nos arreglamos la ropa y regresamos a la mesa, donde ya estaban Javier y La Leona, Javier tenía una cara de apenado muy graciosa, ni siquiera se atrevía a mirarme y no pronunciaba ni una palabra. La Leona, divertida por todo el show, tomó mi mano y la metió dentro de su falda, donde su aún palpitante y desnuda conchita, me invitaba a continuar la labor de Javier, mientras decía con voz triunfal: “Bueno, ya llevo uno y voy por el otro, vámonos tú y yo para arriba y dejemos a estos que se conozcan mejor”.

Regresamos ella y yo al piso superior, donde había muy pocos lugares vacíos en el gran sillón; nos acomodamos como pudimos y de inmediato ella se montó encima de mí, sacó su caramelo, le dio unas cuantas chupaditas y comenzó a cabalgarlo como solo ella sabe.

A mi lado derecho, había una mujer solita, con un vestido delgado medio subido a medio muslo, por lo que no pude resistir la tentación de acariciarle la pierna. Ella no hizo ningún intento por retirar mi mano, más bien, después de pocas caricias, separó las piernas indicándome claramente lo que quería.

Así que fui subiendo las caricias por la parte interna de su muslo hasta llegar a su húmeda vagina, el solo contacto de mi mano produjo un leve gemido que se escapó de su impávido rostro. Fui acelerando el ritmo de las caricias, tratando de llevar el mismo ritmo de La Leona.

La Leona saltaba e iba y venía con singular alegría, en contraste con mi vecina, que seguía muy quietecita y la mirada al frente, tratando de disimular que no pasaba nada, pero cuando La Leona declaró para el mundo entero que se estaba viniendo, ella también perdió la compostura y tuvo un lindo orgasmo con gemidos contenidos y sujetando mi mano para mostrarme el ritmo adecuado de los últimos embates.

Cuando regresamos a la mesa, Roxana y Javier estaban platicando muy amenamente, después nos enteramos que habían subido a mirarnos, pero que no habían llegado hasta el rincón a donde estábamos, se habían detenido en una mesa a “conocerse mejor”.



Javier y Roxana salieron durante algunos meses, pero no llegaron a nada. Ahora vemos que en realidad no teníamos tanto interés en que se conocieran como el interés que teníamos en cogérnoslos… a fin de cuentas, para eso son los amigos, ¿no?