viernes, 10 de julio de 2009

Tiffany sabe a chocolate

Hablando de orgasmos, me acordé de uno muy sabroso.

Fue en conocido lugar de conocida colonia, en conocida calle, a la que irónicamente no se llega con góndola.

A la niña en cuestión, en este relato la llamaré Tiffany... que es su nombre real.
Bueno, pues yo ya conocía a Tiff (también la llamaré Tiff) desde hacía algún tiempo, es una chica delgadita, morenita, de no más de 20 años y unas nalguitas redonditas, paraditas, duritas y sabrositas… (Ya no se me ocurrieron más adjetivos terminados en “itas”).

Aquella noche había ido acompañado de varios buenos amigos, pero al ver que se acercaba esta amiga buena, empecé a dudar entre quedarme con mis magníficos amigos, a quienes no veía desde hacía varios meses, que habían hecho malabares con su tiempo para poder adaptarse a mis escasos y complicados ratos libres, que me habían invitado para compartirme sus sueños, proyectos, amores… en fin, compartir parte de su atareada vida con un servidor, o irme con Tiff a uno de los privados. Lo estuve pensando largamente, como 0.028 nanosegundos y… sí… decidí ir con Tiff al privado.

Ella ya me había platicado antes de algunas aventurillas en el ambiente swinger, de sus fantasías, de su primera vez… en fin, teníamos buena química y ella no se inhibía conmigo para hablar del tema que más nos gusta a ambos.

Ese día en particular, mientras estábamos en los escarceos iniciales, me confesó que nunca había tenido un orgasmo en este lugar, que con el ruido, la música y el tiempo limitado, le era muy difícil aislarse lo suficiente para alcanzarlo, así que ese día nos propusimos a intentarlo.

Después de un rato, de varios cambios de posición y de ritmo, y viendo que el tiempo se agotaba, Tiffany se detuvo y me dijo: “¿Sabes qué necesito para venirme? ¡Que me la comas!”.
Me hice el que no sabía de qué me estaba hablando y ella simplemente se acomodó recostada boca arriba, acomodó bien su almohada, abrió las delgadas piernitas y con sus dos manos sobre mi cabeza me ubicó en la posición correcta.
Pues ahí estaba yo, siguiendo sus indicaciones… “Aquí…ahora más rápido… o, más despacio… ahora acá… en círculos… circulitos… más rápido… ¡ay!..Ándale, así….


Era muy evidente que estaba muy cerca, su respiración era entrecortada y sus movimientos muy rítmicos, estaba sudando, los ojitos cerrados y la cabeza echada hacia atrás; sus inflamados pechos y sus pezones erguidos otorgaban una vista única…. Y digo única, porque era todo lo que yo podía ver cuando levantaba la cara para medio respirar.
En esas estábamos y al borde de la cúspide, que tocan a la puerta, “TOC, TOC, ¡Tiffany!¡Tiempo!”
Me detuve un instante, solo para sentir sus manitas empujando mi cara hacia ella otra vez y entre suspiros y gemidos me dijo: “No le hagas, caso… ¡que chingue a su madre!... síguele… ¡¡Síguele!!!..... aaaaaaaaghhhhhh…. Sígueleaaaaaaaahhhh……síiiiiiiiii…………

Ella estaba muy alto… su cuerpo se convulsionó 5 ó 6 veces y se quedó arqueado, rígido con un ligero temblor en sus piernas y un ¡aaaaaaaahhhhhh……..! de alivio….

Regresó a este planeta y me miró con una carita de niña traviesa que no olvidaré nunca, me besó muy intenso y me dijo: “Mira nomás cómo estás, tienes toda la cara mojada, hasta el pelo lo tienes mojado…”

Medio nos arreglamos y salimos de nuevo al bar, había música, cervezas, amigos, otras chicas… mundo real… mundo simple, que no se comparaba con el planeta al que habíamos viajado Tiff y yo hacía solo algunos instantes.

Yo salí de lo más normal, como si nada, tratando de ocultar la cara de gato que se comió al ratón. Con lo que no contaba, era con el aroma de Tiffany, que fue detectado de inmediato por Santini, porque me preguntó: “Oye, ¿y no te da cosa hacerle sexo oral a una desconocida? ¿Qué tal si tiene alguna enfermedad o algo?”.

No me acuerdo qué le contesté, algo así como “No te preocupes, yo me guío por el sabor…. Y Tiffany sabe a chocolate amargo… nada más sano y delicioso”

No hay comentarios:

Publicar un comentario